CAMBIO SOCIAL
REFORMA O REVOLUCIÓN
La
situación actual da inicio a una nueva etapa del Proceso. Situación que implica
definiciones ideológicas para tomar la ruta correcta en este cruce de caminos:
reforma o revolución. La reforma, como lo hemos dicho antes, es la continuidad
del modelo político de la democracia representativa. Es mantener vivo el
espíritu pragmático y clientelar del usufructo del poder.
Es proseguir el ejercicio del mando sustentado en la fascinación del poder.
Es ser tolerantes con los adversarios que siguen dentro del mando de gestión gubernamental y mantener relegados, fuera de todo tipo de influencia política, a quienes mantienen sus convicciones revolucionarias.
Es, en síntesis, mandar de espaldas al pueblo.
Por su lado, la revolución, cuyo modelo político es la democracia directa significa, antes que nada, transformar el poder en instrumento del pueblo.
Es transferir la toma de decisiones a las comunidades organizadas. Es gobernar con base en los derechos de la participación del pueblo. Es darle consistencia constitucional a los actos soberanos del colectivo nacional.
Es reconocer el derecho que tiene el militante, activista o revolucionario identificado con el Proceso, para expresar sus opiniones y que éstas sean respetadas. Es también aceptar las decisiones de la base, en todo lo concerniente al ámbito de su competencia. Es, de manera concluyente, darle todo el poder al pueblo. Esto es revolución. Cualquier conducta o decisión que se adopte fuera de este marco conceptual no es revolución, es reforma.
Por lo tanto, la conducta reformista es la expresión contra-revolucionaria, pura y simple. Por eso digo, insistentemente, que la coyuntura en la cual nos encontramos exige la definición ideológica de manera inequívoca. O estamos en un Proceso revolucionario y en consecuencia hay que ir a los cambios estructurales de la génesis social para que mande el pueblo, o el Proceso es la continuidad de la reforma pragmática que apunta hacia la perpetuidad de la democracia representativa.
En la situación actual que abre la nueva etapa del Proceso, se destacan los hechos relevantes de este instante: (i) oposición reaccionaria, (ii) demanda de golpe, otra vez. (iii) nuevo orden mundial (EE.UU., en su nueva fase imperial), crítica situación económica, (iv) inconsistencia ideológica de los gestores del poder público, (v) estructura del Estado articulada al modelo de democracia representativa, lo que niega el desarrollo del modelo político revolucionario, (vi) prácticas ilícitas que estimulan los antivalores revolucionarios, (vii) amplios sectores comunitarios desatendidos por los gobiernos locales y regionales que obligan la desesperación y desencanto del pueblo. La coyuntura actual tiene que finalizar con las elecciones constitucionales del 2004. Elecciones para ir a la toma del poder local y regional como acto revolucionario. Es decir, ganar los cargos regionales y locales para transformarlos en instrumentos del pueblo y no como acto burocrático para usufructuarlos. La toma del poder regional y local tiene que darle respuestas a las demandas del pueblo. Por esta vía se corregirán los desvíos actuales y deberán repararse los hechos reformistas que han atentado contra las expectativas de pueblo.
Si antes (Cuarta República) las elecciones eran consideradas como acto contrarevolucionario, hoy en día (hacia la Quinta República) es todo lo contrario. Hugo Chávez inició el acto revolucionario al tomar Miraflores.
Ahora para profundizar el Proceso hay que ir a las gobernaciones, alcaldías, asambleas legislativas, concejos municipales, juntas parroquiales, a fin de cambiar el modo de gestión. Pasar de la reforma "obligada" aceptando el hecho de la transición entre 1999 y el 2004, para ir ahora a la revolución tanto en su modo de dirección, (con el pueblo y para el pueblo) como en la identificación ideológica. Hay que convertir las elecciones en acto revolucionario para tomarlo y colocarlo al servicio del pueblo. Sólo así se justifica el proceso político como revolucionario.
Es proseguir el ejercicio del mando sustentado en la fascinación del poder.
Es ser tolerantes con los adversarios que siguen dentro del mando de gestión gubernamental y mantener relegados, fuera de todo tipo de influencia política, a quienes mantienen sus convicciones revolucionarias.
Es, en síntesis, mandar de espaldas al pueblo.
Por su lado, la revolución, cuyo modelo político es la democracia directa significa, antes que nada, transformar el poder en instrumento del pueblo.
Es transferir la toma de decisiones a las comunidades organizadas. Es gobernar con base en los derechos de la participación del pueblo. Es darle consistencia constitucional a los actos soberanos del colectivo nacional.
Es reconocer el derecho que tiene el militante, activista o revolucionario identificado con el Proceso, para expresar sus opiniones y que éstas sean respetadas. Es también aceptar las decisiones de la base, en todo lo concerniente al ámbito de su competencia. Es, de manera concluyente, darle todo el poder al pueblo. Esto es revolución. Cualquier conducta o decisión que se adopte fuera de este marco conceptual no es revolución, es reforma.
Por lo tanto, la conducta reformista es la expresión contra-revolucionaria, pura y simple. Por eso digo, insistentemente, que la coyuntura en la cual nos encontramos exige la definición ideológica de manera inequívoca. O estamos en un Proceso revolucionario y en consecuencia hay que ir a los cambios estructurales de la génesis social para que mande el pueblo, o el Proceso es la continuidad de la reforma pragmática que apunta hacia la perpetuidad de la democracia representativa.
En la situación actual que abre la nueva etapa del Proceso, se destacan los hechos relevantes de este instante: (i) oposición reaccionaria, (ii) demanda de golpe, otra vez. (iii) nuevo orden mundial (EE.UU., en su nueva fase imperial), crítica situación económica, (iv) inconsistencia ideológica de los gestores del poder público, (v) estructura del Estado articulada al modelo de democracia representativa, lo que niega el desarrollo del modelo político revolucionario, (vi) prácticas ilícitas que estimulan los antivalores revolucionarios, (vii) amplios sectores comunitarios desatendidos por los gobiernos locales y regionales que obligan la desesperación y desencanto del pueblo. La coyuntura actual tiene que finalizar con las elecciones constitucionales del 2004. Elecciones para ir a la toma del poder local y regional como acto revolucionario. Es decir, ganar los cargos regionales y locales para transformarlos en instrumentos del pueblo y no como acto burocrático para usufructuarlos. La toma del poder regional y local tiene que darle respuestas a las demandas del pueblo. Por esta vía se corregirán los desvíos actuales y deberán repararse los hechos reformistas que han atentado contra las expectativas de pueblo.
Si antes (Cuarta República) las elecciones eran consideradas como acto contrarevolucionario, hoy en día (hacia la Quinta República) es todo lo contrario. Hugo Chávez inició el acto revolucionario al tomar Miraflores.
Ahora para profundizar el Proceso hay que ir a las gobernaciones, alcaldías, asambleas legislativas, concejos municipales, juntas parroquiales, a fin de cambiar el modo de gestión. Pasar de la reforma "obligada" aceptando el hecho de la transición entre 1999 y el 2004, para ir ahora a la revolución tanto en su modo de dirección, (con el pueblo y para el pueblo) como en la identificación ideológica. Hay que convertir las elecciones en acto revolucionario para tomarlo y colocarlo al servicio del pueblo. Sólo así se justifica el proceso político como revolucionario.
TEORÍAS DEL ORDEN SOCIAL
EL ESTRUCTURAL-FUNCIONALISMO
El estructural-funcionalismo retomó gran parte de
los trabajos de Émile Dirkheim, quien señalaba que en la sociedad existe
prioridad de lo social sobre lo individual, y que todo fenómeno social tiene
que ver con creencias y prácticas y no con actos individuales.
En el plano social, las personas tienen un estatus
o posición social y deben desempeñar su rol de acuerdo con el lugar que ocupan
en la sociedad. Asimismo, hay diferencias notables una existencia propia y
constituyen una realidad diferente a los hechos individuales o manifestaciones
particulares de los individuos.
El hecho social es cualquier forma de comportarse
en la sociedad que ha sido fijada mediante reglas o normas para limitar los
actos individuales y moldear las acciones de las personas de modo inevitable y
significativo. De ahí que los grupos sociales presenten pautas de
comportamiento que van más allá de la simple suma de las conductas
individuales.
Por otra parte, el estructural-funcionalismo se
opone al desorden social que ponga en riesgo la estabilidad social, tal y como
había ocurrido por las revoluciones políticas, las crisis económicas y los
problemas laborales de fines del siglo XVIII y principios del XIX.
En efecto, Durkheim observó que la sociedad de su
época se hallaba en conflicto, pero a diferencia de Karl Marx, que sostenía la
necesidad de la revolución para el cambio social, opinaba que las dificultades
provenían de los desajustes sociales que podía solucionarse mediante la
introducción de reformas sociales.
En concreto, Durkheim no creía en la necesidad de
cambios radicales para resolver estos problemas y sugirió varias acciones que
podían contribuir a la estabilidad del sistema para mantenerlo en
funcionamiento. No había más que incorporar la metodología que se usaba con
bastante éxito en las ciencias experimentales, de ahí que se empezaran a aplicar
varios de sus conceptos en el análisis de la sociedad.
De esta manera, otorga mayor importancia al estudio
del hombre integrado en sociedad que a la acción individual de las personas. En
síntesis, las ideas más importantes del Estructural-funcionalismo, respecto a
su concepción del individuo y la sociedad son:
1.- Recupera la idea de los filósofos de la
Ilustración en el sentido de asegurar la búsqueda del progreso de manera
constante.
2.- Retoma el método científico e incorpora los
principios del positivismo al afirmar que se debe partir de los hechos
observables en el plano social para estudiar de manera objetiva a la sociedad.
3.- incorpora el usa de términos usados en las
ciencias experimentales para el estudio de la sociedad como organismo biológico.
4.- niega el principio de la revolución y acepta
que el cambio es necesario, pero debe ocurrir de manera estable y gradual para
que no se ponga en riesgo la existencia de la sociedad (evolución social).
5.- otorga mayor importancia a la actuación del hombre
integrado en sociedad que a la acción individual de las personas, ya que el
medio social es el que determina su comportamiento.
6.- Considera que la sociedad está conformada como
un organismo biológico, las personas son las “células” y las instituciones
sociales son sus “órganos”. El correcto funcionamiento de las instituciones
sociales asegura la continuidad del sistema; el mal funcionamiento de cualquier
órgano produce inestabilidad en todo el organismo.
EL POSITIVISMO
El positivismo es una corriente
o escuela filosófica que afirma que el único
conocimiento auténtico es el conocimiento
científico, y que tal conocimiento solamente puede surgir de la afirmación de las teorías a través del método
científico. El positivismo deriva de la epistemología que surge en Francia a inicios del siglo XIX de la mano del pensador
francés Saint-Simon primero, de Augusto Comte segundo,
y del británico John Stuart Mill y se extiende y
desarrolla por el resto de Europa en la segunda mitad de dicho siglo. Según
esta escuela, todas las actividades filosóficas y científicas deben efectuarse
únicamente en el marco del análisis de los hechos reales verificados por la experiencia.
Esta
epistemología surge como manera de legitimar el estudio científico naturalista del ser humano,
tanto individual como colectivamente. Según distintas versiones, la necesidad
de estudiar científicamente al ser humano nace debido a la experiencia sin
parangón que fue la Revolución
francesa, que obligó por primera vez a ver a la sociedad y al individuo como objetos de
estudio científico.
CARACTERISTICAS
Esta
corriente tiene como características diferenciadoras la defensa de un monismo metodológico (teoría que afirma que
hay un solo método aplicable en todas las ciencias). La explicación científica
ha de tener la misma forma en cualquier ciencia si se aspira a ser ciencia,
específicamente el método de estudio de las ciencias
físico-naturales. A su vez, el objetivo del conocimiento para
el positivismo es explicar causalmente los fenómenos por medio de leyes generales
y universales, lo que le lleva a considerar a la razón como medio para otros
fines (razón instrumental). La forma que tiene de conocer es inductiva,
despreciando la creación de teorías a partir de principios que no han sido
percibidos objetivamente. En metodología histórica, el
positivismo prima fundamentalmente las pruebas documentadas,
minusvalorando las interpretaciones generales, por lo que los trabajos de esta
naturaleza suelen tener excesiva acumulación documental y escasa síntesis interpretativa. Auguste Comte formuló a mediados del
siglo XIX la idea de la creación de la sociología como ciencia que tiene a
la sociedad como su objeto de estudio. La sociología sería un conocimiento
libre de todas las relaciones con la filosofía y basada en datos empíricos en
igual medida que las ciencias
naturales Una
de sus propuestas más destacadas es la de la investigación empírica para la
comprensión de los fenómenos sociales, de la estructura y el cambio social
(razón por la que se le considera padre de la sociología como disciplina
científica). Comte presenta a la historia humana en tres fases o estadios:
1. Estadio teológico o mágico: corresponde a la infancia de
la humanidad; en esta época las personas dan explicaciones mágicas de los
fenómenos naturales, utilizan categorías antropológicas para comprender el
mundo y técnicas mágicas para
dominarlo.
2. Estadio metafísico o
filosófico: las explicaciones son racionales, se busca el porqué de las cosas,
y se sustituye a los dioses por entidades abstractas y términos metafísicos.
3. Estadio científico o
positivo: es la definitiva. El conocimiento se basa en la observación y la
experiencia, y se expresa con el recurso de la matemática. Se busca el conocimiento de las Leyes de la Naturaleza
para su dominio técnico.
Además
afirma que no es posible alcanzar un conocimiento de realidades que estén más
allá de lo dado, de lo positivo, y niega que la filosofía pueda dar información
acerca del mundo: esta tarea corresponde exclusivamente a las
ciencias.
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